domingo, 6 de diciembre de 2009
Domingo de diciembre
Para mis hermanos
Mi padre odiaba las tardes de domingo.
A partir de las 5 de la tarde empezaba a inquietarse y el desasosiego le llevaba a ir hasta la cocina, picar algo, suspirar, encender la radio, consultar la quiniela, volver a la cocina, volver a suspirar, hacerse el pasillo arriba y abajo, apagar la radio, volver a encenderla, otra vez suspirar, coger el periódico ya leido, dejarlo, volver a la cocina y suspirar, ponerse con muy pocas ganas a arreglar con cinta aislante el interruptor de una lamparita, -una actividad en que le recuerdo a menudo-, encender la tele, apagarla, suspirar, intentar sin convicción cualquier tema de conversación con quién pescara, y volver a suspirar para acabar reconociendo que lo que realmente le pasaba es que odiaba las tardes de domingo, que eran una mierda vaya, y que estaba deseando que se acabara de una vez y llegara el lunes...
Y así cada domingo que yo puedo recordar, excepto, seguramente, si era verano, si no estaba en casa o si su rutina estaba rota por otras circunstancias.
Cuando eramos pequeños, nos hacía rezar el rosario.
Creo que eso le relajaba y el tenernos a todos juntitos le conjuraba el miedo al domingo.
Ahora parece muy raro, pero la mayoría de la gente de mi generación ha vivido lo mismo que yo: Rosario y futbol en domingo.
Una combinación letal.
Cuando fuí jovencita y más autónoma, como ésto me parecía horrorosamente deprimente, salía huyendo adonde fuera, lejos de casa, para que, de alguna manera, no me arrastrara en su tristeza, sintiéndome culpable, ya que me daba la impresión de que de algún modo le abandonaba...
Hace unos pocos años que ha muerto y la mayoría de las veces lo recuerdo con una sonrisa porque, en realidad, era un hombre muy alegre y divertido y por eso creo que me impresionaba más cuando lo veía así.
Hoy, tarde de domingo, puente de la inmaculada, más domingo que nunca, entre fiestas, con la ciudad vacia, el barrio sin coches, sin ruidos, los amigos desaparecidos, de viaje u ocupados en otros menesteres...con mucho trabajo por hacer,-de hecho he conseguido trabajar casi todos los domingos-,y ya mucho hecho, pero algo cansada y aburrida de estar sola, también inquieta, ¿triste?, seguramente un poquito, he pensado largo rato en él, en sus problemas con los domingos en como lo echo de menos y en cuanto me gustaría que se sentara otra vez al piano y tocara para mí, por ejemplo, "In the mood" de Glenn Miller, una de sus favoritas, que el llamaba "En forma" y que tocaba fatal pero con mucha gracia y ritmo.
Y yo bailaría, bailaría y bailaría hasta que se acabe este domingo..., puente de la inmaculada..., domingo entre fiestas..., tristeza de domingo de diciembre...
ai, se me ha puesto la piel de gallina...
ResponderEliminarun besito y un achuchon de lunes casi domingo
pombolita junior
Yo recuerdo a mi padre por su afición a la música y al futbol, él no tocaba el piano, pero era alegre y divertido, trabajaba los domingos, pero cuando llegaba, bailaba con mi madre por el pasillo...se fue ya hace años y le recuerdo con una ternura inmensa.
ResponderEliminarTe he añadido a los que sigo, porque sino no me entero de cuando publicas.
Besos
Domingos: arroz amarillo de la abuela, una especie de paella en versión libre, bandeja de pasteles y cine para los pequeños. Mi padre: lectura con regodeo, música escogida, y un espacio propio, "el santa-santorum" al que sólo tenían acceso los privilegiados y con invitación previa conforme se cumplía años.
ResponderEliminarSon recuerdos imborrables. Ni mejores ni peores. Otras circunstancias, otra forma de entender la vida, otra manera de intentar extraer su jugo, y sobre todo, seguro, otro ritmo. Lo dicho, ni mejor ni peor, ¡distinto!, pero con un empeño común casi nunca conseguido y exteriorizado de distinta forma. ¿Qué dirán nuestros observadores y críticos de nosotros mismos dentro de cuarenta años?
Ahora bien, recordar es revivir y volver a encontrar, muy propio de estas fiestas próximas y siempre saludable.
Que te voy a decir... Yo también empiezo a odiar como papá las tardes de los domingos. Es algo que de pequeña no entendía en absoluto pero que con la edad he llegado a compartir. Creo que para él, que tenía tanto miedo a morirse, el lunes, con su rutina de trabajo -que hacía bien pero por obligación -como yo en estos momentos- le parecía cercano a la muerte. No sé si esto tiene mucho sentido, pero creo que había algo así en su miedo a empezar la semana. Bueno, yo le echaré estas Navidades mucho de menos, ya que él fue siempre el que nos animó todas las fiestas ...y especialmente las Navidades
ResponderEliminarEs que el domingo es como el dormir: la pequeña muerte.
ResponderEliminarTodo queda en suspenso...
Pero, esta añoranza yo creo que es buena.
En realidad, te devuelve la imagen de lo que, a pesar de los años,los tacones y los títulos, siempre eres: esa niña de 5 años, perdida en el paseo la mano de su papá, con cierta angustia, pero muy decidida a ser valiente y que no se te escapen las lágrimas.
Celia, estas navidades, os echaremos mucho de menos a vosotras, eso seguro
Bienvenidas a la madurez, Pombolita y Celialoquedice, yo estoy ahí encantada. Creo que el truco es solo mirar p´alante.
ResponderEliminarLatía
Que risa.....eso de "Latía" me ha gustado mucho, suena entre genial y fatal!!!!!
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