martes, 9 de septiembre de 2014

Implicarse o no



Que lleve mas de un año sin escribir no quiere decir que esté muerta, haya hecho una promesa o tenga algún impedimento para hacerlo; en realidad, nada me impide escribir, solamente la pereza, el "ya escribiré mañana", "lo haré cuando llegue el invierno", "quiero cambiar el formato del blog", incluso la excusa de que "ya los blogs están obsoletos y que lo moderno es el tuit u otra cosa de la que aún no me he enterado".
Eso es todo.

Oenegé Cargol

Tengo una perra muy joven que se llama Txakurra que quiere decir perro/a en vasco, un nombre demasiado largo para un perro, pero un homenaje a mis orígenes y a otro perro de un familiar muy querido.
Txakurra me tiene muy entretenida ya que tiene grandes dosis de energía que gastar en largos paseos de mañana y  tarde, a pesar de tener un precioso jardín para ella sola.
Pues no, he tenido que buscarme amigos con perro para que ella juegue, corra y me deje el resto del día hacer algo, sin traerme cada dos minutos la pelotita, un palito, o lo que sea que encuentre por ahí.
En fin que es una pelmaza muy divertida.

El paseo de la mañana los damos junto con C, una señora estupenda que hace unos años decidió dejar la ciudad e instalarse aquí, con la que hemos hecho muy buenas migas.
C tiene una perra buenísima, muy tranquila y mucho mas civilizada que Txakurra, y que pasa absolutamente de la mía, aunque pienso que en el fondo son algo así como amigas.
En realidad creo que con C tenemos una relación bastante parecida: ella se hace un poco la distante pero seguramente le caigo bien y somos algo así como amigas.
C ya paseaba con E, un señor del pueblo de al lado que tiene una perra tipo mastín, enorme, que es otra buenaza y algo más juguetona que la de C, cosa que Txakurra agradece mucho y yo también.
E tiene 80 años y aunque está supuestamente jubilado, no ha dejado nunca de cuidar huertos, jardines y lo que haga falta arreglar. Es un fenómeno de vitalidad y además encantador. Se sabe el nombre, (local), de todas las plantas, conoce las huellas y el rastro de los animales, el canto de todos los pájaros, que es lo que han hecho en tal o cual campo, donde hay un sitio con orquídeas que no sabe nadie..., en fin, es un pozo de sabiduría, una gozada de hombre y una persona muy divertida.
Estos dos, cada mañana mientras pasean, -hay que decir que salimos entre 7 y 8 según la época del año-, se han montado una actividad frenética a la que yo he bautizado como la "Oenegé Cargol", que consiste en apartar de los caminos o pistas de tierra por las que paseamos, -vamos variando-, todos los caracoles que encuentran. Básicamente lo hacen para que no les atropelle un tractor, un ciclista u otro vehículo o similar, o bien, no los cojan los que buscan caracoles para comérselos.  Como al parecer se les acaba la baba en medio del camino, se quedan mucho tiempo quietos hasta que fabrican más, y las probabilidades de morir antes de hora se multiplican.
Es agotador.
Yo he intentado no implicarme en el tema, pero es muy difícil porque ambos tienen diferentes métodos de salvación y ha llegado un momento que sin quererlo, siento que no puedo pasar sin opinar del tema.

C, más sensata, coge los caracoles y los deposita en las hierbas de al lado del camino, y eso para los caracoles pienso que no es muy traumático, pero E, mucho mas gamberro, les da un golpe con el bastón como si fuera un palo de golf y los manda volando a un campo de maíz, a las cañas del río, o ni se sabe...
Yo no puedo dejar de imaginarme a los pobres bichos aterrados y sin saber qué les pasa, cuando de repente, entran volando en una alocada órbita y caen en un mundo hostil y desconocido, cuando ellos lo que querían era ir al otro lado del camino.
En realidad pienso que el uno y la otra, con muy buena fe, eso si, están modificando sin encomendarse a nadie, el destino de los caracoles que seguramente era morir atropellados o cocinados a la "llauna"  tan ricamente, e incluso he intentado explicarles un cuento de Ray Bradbury que leí en mi juventud y me impresionó mucho,-parece, ya que aún lo recuerdo-, en que unos tipos viajaban de turistas al pasado por una especie de pasarela, y por no seguir las detalladas instrucciones que previamente les habían dado, modificaban levemente el presente,-poco-, pero lo suficiente para que, al volver, los humanos, por ejemplo, -ya no recuerdo bien-, tuvieran 3 ojos o una cabeza en forma de zapato.
En fin que estos dos, no me hacen caso, y ves a saber tú, como estarán modificando ese futuro en el que mi  nieto va a vivir.
En fin, qué estrés.

Yo al menos les haría dos preguntas a los caracoles:
¿Quiere usted que le depositen en la hierba del lado opuesto del camino o en otro lugar no determinado?
Según contesten SI o NO, la segunda pregunta sería:
¿En caso afirmativo, prefiere usted que sea depositado suavemente o bien que le den impulso rápido y algo traumático con un bastón o similar?